R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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viernes, 14 de abril de 2017

El sacrilegio contra la Eucaristía y la Apostasía hicieron sudar sangre a Jesús en el Huerto de los Olivos




 
Visiones de  Anna Catalina Emmerich
“Apareciéronse a los ojos de Jesús todos los padecimientos futuros de sus Apóstoles, de sus discípulos y de sus amigos; vio a la Iglesia primitiva tan pequeña, y a medida que iba creciendo vio las herejías y los cismas hacer irrupción, y renovar la primera caída del hombre por el orgullo y la desobediencia; vio la frialdad, la corrupción y la malicia de un número infinito de cristianos; la mentira y la malicia de todos los doctores orgullosos, los sacrilegios de todos los sacerdotes viciosos, las funestas consecuencias de todos estos actos, la abominación y la desolación en el reino de Dios en el santuario de esta ingrata humanidad, que Él quería rescatar con su sangre al precio de padecimientos indecibles.…
En medio de todas esas apariciones, yo veía a Satanás moverse bajo diversas formas horribles, que  representaban diferentes especies de pecados. Estas figuras diabólicas arrastraban, a los ojos de Jesús, una multitud de hombres, por cuya redención entraba en el camino doloroso de la cruz. Al principio vi rara vez la serpiente, después la vi aparecer con una corona en la cabeza: su estatura era gigantesca, su fuerza parecía desmedida, y llevaba contra Jesús innumerables legiones de todos los tiempos, de todas las razas. En medio de esas legiones furiosas, de las cuales algunas me parecían compuestas de ciegos, Jesús estaba herido como si realmente hubiera sentido sus golpes; en extremo vacilante, tan pronto se levantaba como se caía, y la serpiente, en medio de esa multitud que gritaba  sin cesar contra Jesús, batía acá y allá con su cola, y desollaba a todos lo que derribaba.

 

Entonces me fue revelado que estos enemigos del Salvador eran los que maltrataban a Jesucristo realmente presente en el Santísimo Sacramento. Reconocí entre ellos todas las especies de profanadores de la Sagrada Eucaristía. Yo vi con horror todos esos ultrajes desde la irreverencia, la negligencia, la omisión, hasta el desprecio, el abuso y el sacrilegio; desde la adhesión a los ídolos del mundo, a las tinieblas y a la falsa ciencia, hasta el error, la incredulidad, el fanatismo y la persecución. Vi entre esos hombres, ciegos, paralíticos, sordos, mudos y aun niños. Ciegos que no querían ver la verdad, paralíticos que no querían andar con ella, sordos que no querían oír sus avisos y amenazas; mudos que no querían combatir por ella con la espada de la palabra, niños perdidos por causa de padres o maestros mundanos y olvidados de Dios, mantenidos con deseos terrestres, llenos de una vana sabiduría y alejados de las cosas divinas. Vi con espanto muchos sacerdotes, algunos mirándose como llenos de piedad y de fe, maltratar también a Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Yo vi a muchos que creían y enseñaban la presencia de Dios vivo en el Santísimo Sacramento, pero olvidaban y descuidaban el Palacio, el Trono, lugar de Dios vivo, es decir, la Iglesia, el altar, la custodia, los ornamentos, en fin, todo lo que sirve al uso y a la decoración de la Iglesia de Dios. Todo se perdía en el polvo y el culto divino estaba si no profanado interiormente, a lo menos deshonrado en el exterior. Todo eso no era el fruto de una pobreza verdadera, sino de la indiferencia, de la pereza, de la preocupación de vanos intereses terrestres, y algunas veces del egoísmo y de la muerte interior.
Aunque hablara un año entero, no podría contar todas las afrentas hechas a Jesús en el Santísimo Sacramento, que supe de esta manera. Vi a los autores de ellas asaltar al Señor, herirle con diversas armas, según la diversidad de sus ofensas. Vi cristianos irreverentes de todos los siglos, sacerdotes ligeros o sacrílegos, una multitud de comuniones tibias o indignas. ¡Qué espectáculo tan doloroso! Yo veía la Iglesia, como el cuerpo de Jesús, y una multitud de hombres que se separaban de la Iglesia, rasgaban y arrancaban pedazos enteros de su carne viva. Jesús los miraba con ternura, y gemía de verlos perderse.”




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San Agustín., in sent. Proper. sent 68.
Orando el Señor y sudando sangre, dio a conocer que de todo su cuerpo, que es la Iglesia, brotarían martirios.

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Marcos 14:35

 Y apartándose un poco adelante, se postró en tierra; y suplicaba que, si ser pudiese, se alejase de El aquella hora.

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San Beda, in Marcum 4, 43
No es el sueño ordinario el que les prohibe, porque no era tiempo de ello aproximándose como se aproximaba el peligro, sino el de la infidelidad y la pereza del espíritu. Apartándose un poco, se postra hasta el suelo, manifestando la humildad de su espíritu en la actitud de su cuerpo.

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Pseudo - Jerónimo
Da Judas como señal un beso lleno de venenosa hipocresía, a semejanza de Caín que ofreció un sacrificio falso y reprobado.
 

1 comentario:

  1. Señor cuanto sufres hoy más que nunca, tu Iglesia se desvía de ti, el verdadero Camino, son tantos los Cardenales , Obispos. Sacerdotes siguiendo las falsas doctrinas de este impostor en la silla de Pedro.Cada vez más caen en la tentación de abandonarte y se hunden en la falta de la verdadera piedad y lo sagrado , Bergolio con sus discípulos ,lleva una falsa pastoral que destruye la verdadera doctrina de Cristo , una pastoral que se centra en las necesidad material del hombre ,con soluciones ideológicas contrarias a Cristo y destruye las enseñanzas del magisterio de la Iglesia de los dos mil años de existencia.

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